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La antigua Calleja de los Toros

Mismo sitio, quince años después…

 

Ya han comenzado a llegar corridas de toros a los pamploneses Corralillos del Gas . En el momento en que un toraco sanferminero pisa la Rochapea la noticia corre como la pólvora y más ahora que los wasaps, mails, twiters y demás virguerías que nos acompañan ayudan a que todo el mundo se entere al instante.

 

 

En breve las ganaderías irán llenando las perfectas y funcionales corraletas que se inauguraron hace ya 10 años y que dará paso a que, chiquillos y mayores podamos acceder a contemplar las corridas elegidas por la MECA. Estos corrales son mucho más prácticos que los de antaño, aquel viejo Gas que pasó a mejor vida, con unas instalaciones mucho menos «modélicas» pero que tenían mayor encanto y sabor taurino.

 

 

Corral de salida del viejo Gas, con la puerta a la Calleja de los Toros

 

Son muchas las horas que hemos echado esperando la llegada de los toros cuando eramos críos. Quién siendo mocete no ha trepado por las tapias cuando el de seguridad se daba la vuelta para conseguir un cruce de miradas con el toro, visiones fugaces que nos hacían saltar de la tapia y huir a la carrera por la impresión del encuentro y por el temor a ser descubierto. Había otras opciones menos intrépidas como la puerta de salida al encierrillo del primer corral, que cuando no echaban el candado al pestillo, dejaba un pequeño huequico desde el que admirar a esos bellos titanes:

 

 

 

 

Los desembarques en aquellos corrales se podían ver desde las casas de alrededor, sobre todo de la que estaba en la antigua Calleja de los Toros. Las coladas en el portal de esa casa eran memorables, hasta que el del quinto echaba a su «pequeño» pastor alemán escaleras abajo para disuadirnos…….., que manera de bajar escaleras!!!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde ese primer corral, salían cada noche los toros que al día siguiente correrían el encierro. Ese primer trayecto del encierrillo lo hacían casi a oscuras en absoluto silencio, silencio solo roto por el cornetín que señalaba que todos los animales habían salido, o por las voces de los pastores que trataban de sacar a los animales del corral, jugándose el tipo vara en mano.  Aquella antigua Calleja de los Toros (la que encabeza este post), es hoy el pasillo central de los nuevos corrales del Gas, desde el que se brega con el ganado y cuando los corrales son abiertos sirven para que los aficionados vean los toros.

 

 

 

 

No era fácil poder ver el encierrillo desde esa privilegiada posición. Aquella Calleja de los Toros tenía en el lado izquierdo un muro alto que era la antigua Casa Sancena, desde la que sus invitados admiraban casi en exclusividad el bello momento en el que la manada, salía en la penumbra rumbo a los corrales en los que pasarían su última noche. Pero en el lado derecho había un murete de menor tamaño, desde el cual se podía ver incluso mejor al ser este mas bajo. Para acceder a ese muro sin ser descubierto, había que atravesar las antiguas huertas de la Rochapea que en aquellos años proliferaban a la vera del río Arga. El secreto consistía en quedarse agazapado hasta ultimísima hora para no ser descubierto por la autoridad, y cuando ya iban a salir los toros, asomar la cabecilla para verlos pasar casi tan cerca que estirando el brazo casi se podían llegar a tocar. Muy poca gente conocía esto, y el que pudo alguna vez verlos desde allí, será difícil que lo pueda olvidar.

 

 

 

Aun recuerdo algún encierrillo memorable……..

 

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El silencio era sepulcral. La noche era fría. Media Pamplona se dirigía al pulmón de la ciudad para disfrutar de los fuegos artificiales. Mucha menos gente esperaba en la Rochapea,  con impaciencia, el primer toque de cornetín que señalase que el acto más íntimo de las fiestas iba a comenzar. Al fin, la corneta sonó con un toque largo y contenido.  Los pastores trataban de apretar la manada en aquel corral de salida, para que esta saliese en bloque. Sus voces y los chasquidos de los varazos contra los burladeros, hacían entender que había problemas y los toros no salían….. Mugidos y resoplidos indicaban que la cosa se estaba poniendo fea. Por fín la manada salió. Aquella miurada era espectacular y sus lomos colorados y negros pasaron muy, muy cerca. Pero el segundo toque que anunciaba la salida de la manada no se oía. Eso significaba que un toro había quedado en el corral. La puerta que hoy hace de acceso al Gas y de comienzo al actual encierrillo, estaba al final de la Calleja de los Toros y solo se habría en el momento en el que la manada salía al completo. Lo torada llegó al portón, y se dió la vuelta. Al paso, los toros y bueyes volvieron a llegar al corral para tratar de arropar a su arisco hermano. Hubo más voces y varazos y al rato, la manada salió del corral. Pero solo salieron 5 toros. El toro seguía en el corral, encampanado, desafiante, pidiendo la documentación al personal….. Esta situación de ida y vuelta, se repitió otras dos veces más. Aquel día nos hinchamos de ver a los Miuras de cerca. Al fin, a la cuarta pasada, la manada salió y unos metros por detrás apareció un tremendo morlaco colorado , metiendo riñones y con la gaita levantada para alcanzar a sus hermanos de manada. Por detrás los pastores arreaban al animal, para evitar que la fiesta continuase. La segunda corneta sonó, y los Miuras de aquel año de 1999, subieron por Curtidores camino del corral que les albergaría en su última noche……..

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Aquella miurada corrió al día siguiente un encierro que dejo imágenes para la historia de la carrera pamplonesa:

 

 

 

 

Esta vez la manada fue muy hermanada, no como la noche anterior en la que aquel toro colorado no tenía ninguna gana de correr. Un desafortunado lance tiró al medio del tropel de toros a uno de los mejores corredores de la historia del encierro pamplonés. Los Miuras arrollaron al corredor como si de un tren se tratara. «Me he sentido como en una batidora» decía el corredor que por suerte acabó solo con golpes y magulladuras. La foto fue captada con habilidad por la casa Zubieta y Retegui, historia pura de la fotografía pamplonesa.  El gran Javier Retegui, en las distancias cortas, comentaba que era una de sus fotos preferidas por lo inusual del momento.

 

 

Y por la tarde, aquella Miurada también fue histórica, en concreto por el juego de uno de aquellos toros. El célebre «Bombito» numero 38 de 605 kgs, que tras recibir una vara de más de 8 minutos, permitió triunfar a Juan José Padilla  relanzando la que a día de hoy es una extensa y durísima carrera. Aquel día Juan José Padilla comenzó su particular idilio con Pamplona y sus peñas.

 

 

 

 

Como algunos habrán podido deducir, ese torazo monumental, ese colorao de nombre «Bombito», era el toro que la noche anterior no quería salir del corral al encierrillo. «Bombito» se hizo el remolón para hacer historia en Pamplona, historia del toreo e historia de la Feria del Toro y la casa Miura.

 

Hoy os hemos contado una historia de Pamplona, de toros y de nuestras Fiestas……….

 

¡¡¡YA FALTA MENOS!!!

¡¡¡VIVA SAN FERMÍN 2014!!!

Arse&Azpi

 

There are 2 comments
  1. Precioso post, enhorabuena.

  2. juan

    preciosas anecdotas y no menos las imagenes,tiempos que no volveran. llenos de romanticismo y nostalgia asi como esos antiguos corrales.no tuve la oportunidad de conocerlos y tampoco los nuevos pero segun se aprecia en las imagenes pienso que le daban un aspecto mas rustico pero mas interesante.para cuando un post con imagenes de los toros en los nuevos si puede ser? excelente trabajo el que hacen.un saludo

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